La trayectoria política de Mariano Rajoy podría describirse de muchas maneras distintas. “A quien cierne y amasa de todo le pasa” es una frase de la sabiduría popular que podría resumirla bastante bien. Sin embargo, hay otra, “hay hombres que nacen con estrella y otros que nacen estrellados” que también podría explicar lo que le ocurre a don Mariano.
En política, una larga trayectoria puede aportar experiencia y recursos a la hora de resolver situaciones difíciles, pero también implica desgaste y, a veces, un lastre importante, sobre todo si no se consiguen buenos resultados en el corto plazo. Mariano Rajoy será recordado por algunos por los hilillos del Prestige, otros lo asociarán al legado de José María Aznar y no faltará algún funcionario que lo tenga como el responsable de haber congelado su sueldo en otros momentos de crisis.
Mariano Rajoy es el cabeza de lista de un PP que se había acostumbrado a ganar tras una larga travesía en el desierto y que ha perdido dos elecciones después de que José María Aznar quisiera retirarse teniendo la mayoría absoluta, tras ocho años de gobierno, en la cresta de la ola pasando a la posteridad como José María I de España.
El Partido Popular, en una soledad ganada a pulso desde la segunda legislatura de Aznar, no hubiera podido gobernar ni aunque hubiera ganado las elecciones, pero es que, en 2008 volvió a perderlas. Rajoy, como Aznar, había caído en manos de ese no poco numeroso sector ultra que “esconde” el PP, pero a diferencia de don José María, don Mariano no se sentía del todo cómodo en esa situación. No sin dificultades consiguió afianzar algo su posición dentro del partido frente a quienes pedían un relevo y una total lealtad a los principios de ultranacionalismo español y neo-liberalismo que había encarnado el Aznataro.
En su pugna con esa derecha ultra que considera lila todo lo que no sea azul Rajoy se apoyó en gentes con sensibilidades distintas a las que primó Aznar. Esto fue notable en el País Vasco (por su valor simbólico), pero la región que hizo que Rajoy siguiera siendo la cabeza visible del PP no fue otra que la Comunidad Valenciana, con Camps como garante fundamental del gallego.
La crisis económica y el desastre de la gestión de Zapatero, que ha conseguido llevarse mal con todo el arco parlamentario parecían augurar a Rajoy un futuro prometedor y, sobre todo, más tranquilo tras haber vencido en su guerra particular con Esperanza Aguirre por controlar el partido. Hasta la crisis en Navarra, tras la ruptura con UPN, parecía empezar a pintar mejor o eso al menos apuntan los sondeos.
Sin embargo, el caso Gürtel parece que puede empañar su futuro, al salpicar profundamente a quienes fueron sus grandes valedores y, sobre todo, porque lejos de aplicar las medidas que defendieron cuando la corrupción afectaba a otros, se dedican a dejar caer el chaparrón en una actitud muy española, donde dimitir, dimitir, no dimite nadie. Esperanza Aguirre ha querido aprovechar la resistencia del PP valenciano a depurar responsabilidades políticas (las judiciales ya se verán donde corresponda) para dejar ver lo que ella haría si estuviera en la situación de Rajoy, pero ni siquiera, ya que lo más que ha logrado es un cese light: paso al grupo mixto, pero los señores en cuestión se quedan con el acta de diputados.
Don Mariano, político al que parece haberle tocado en suerte una estrella fugaz, no va a tener la calma que esperaba para preparar y ganar las próximas elecciones. Veremos qué nos deparan estos dos años y medio de legislatura y veremos hasta dónde llega el caso Gürtel y sus ramificaciones. En este contexto, el Congreso del PP navarro tal vez tenga que esperar o tal vez sirva para darse alguna alegría después de tanto mal trago.